Puede la Palabra más que un beso,
más que el tiempo,
más que el canto agorero de la muerte?
Puede la Palabra, Verbo Infinito
ser hueso perenne en nuestro huesos.
JENIFFER MOORE
Como parte infinita, como gota
del océano verde que fulgura,
el latido permea las palabras:
vive, vive sin tregua ni respiro
por los callejones sin nombre.
Haz usufructo de huellas y caminos
que antes de ti, fueron abiertos
más no pierdas el hilo invisible
que pende de algún sitio de los cielos.
Nada tenemos aquí, sino el descubrimiento.
La mañana se abre sin previo disimulo,
de su vientre emplumado le nace un hijo de oro.Yo amo las mañanas de palomas confiadas
y ventanas abiertas.
Como demente busco la claridad sonora
los nidos altos y el devenir del río,
aunque despida en ella un tren sin pasajerosen la oscura estación de los recuerdos.
Mas, la mañana sigue su paso itinerante
vencedora de sombras.
(No entiendo esos afanes de pseudos mensajeros
con su dedo cubriendo la pequeña ventana).
JENIFFER MOORE
Escribe poco, corrige mucho
y lee cual si mañana fuera
el último día de libros en el mundo.
Siente, siente con el instinto fiel
del animal que somos
pero no escribas con garras o pezuñas.
Sumérgete en la espera, en el aceite
que unge la cabeza del enfermo.
Deja que el corazón se estruje
en cada pliegue de tu frente.
Siente la verdadera razón.
Oye al maestro bajo la piel.
No te reproches.
Y luego escribe, escribe.
Y si vinieren a ti deseos locos
de publicar a sangre fresca lo parido
más vale, córtate la mano.
JENIFFER MOORE
PARA QUE VENGAS
Yo soy
mar por dentro y plata
Soy cielo de tarde tranquila
y playa
para que vengas.
Y tengo iras como el agua
peces de luz y sombras
tengo dolor de arena
en los ojos que me sangran
para que vengas.
Sueno que en el mar me viven
cantos de sirenas
y monstruos dormidos en formidable espera
con garra bondadosa
para que vengas.
Soy primavera llegando siempre
que nunca llega
rocio que te moja el alma
labor tendida al viento
violin guerrero.
Y ando apresurando a mi quietud
inmensa de mar y tiempo
para que vengas.
Que se abra la puerta que han cerrado los tiempos
con cadenas de bronce y armazón de metal,
que aparezca ese ángel que he buscado en los sueños
y me invite amoroso a cruzar el umbral.
Que no llegue el invierno sin mudar estas plumas
y detrás de mi vuelo no me siga la mar,
esos ojos de aguas que enarbolan espumas
esas olas de furia queriéndome alcanzar..
Como Tierra he tenido una hija del Agua
y un León sin sabana que alucina por mar,
no es el Fuego ni el Viento lo que anhela mi alma
sólo un árbol, y el nido do poder descansar.
Como ave no supe encontrar el camino
de aquel aire más puro, sin caer en la red,
tuve hambre de canto, tuve sed de destino
y la Tierra en mi sangre se hizo tinta de hiel.
Que la vida me empuje al Amor infinito
a la paz de los campos, al augurio del sol,
que la lluvia me atrape con sus versos benditos
que no escampe ese día cuando abrace a mi Dios.
JENIFFER MOORE
Sueño. Es la mañana nuevamente y sigo viva.
Un alambrado de púas y misiles ha quedado atrás.
Vuelvo del campo. Oigo tu risa.
Ya no me envuelvo en mantas espartanas
y en la funda reposa, gastado, mi puñal.
Sierva del tiempo soy y no he podido
arrebatar al calendario un día, sin que tuviera
que entregar el doble. He pagado mi deuda.
Sólo quité de las alforjas, peso
esa correa que ataba mi calzado,
el fulgor inocente de los ojos
y me perdí en la noche, como un ángel
JENIFFER MOORE
Y la Palabra llueve
de pie, junto a tus besos, con la boca perdida
en una caricia larga, en hondo desespero
me tocas y te toco,
tus hombros son el muro que escalo agazapada
lengua de cien noches que al trópico revuelve.
Tu risa, mis suspiros, estación de los mares
y la espuma que abrasa dos orillas sedientas,
de pie, junto a esa dulce melodía en tus labios
susurrando mieles, desanudando males.
Me llamas, te llamo
la voz tiembla en el pecho desnudo del abrazo
de pie, soy escultura de isla sojuzgada
descúbreme en el beso tu boca de milagro.
Simplemente me amas,
simplemente te amo.
JENIFFER MOORE
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Una generación despierta me recibe
sentada en las esquinas
en las calles mojadas de mi pueblo que duerme.
He venido en silencio, me he acercado despacio
a contemplar la majestad de sus atardeceres
estallando como naranjales ávidos.
Tus brazos se extendieron en todos estos años
y tu gente, tus letras, los niños ya son hombres,
mi madre todavía se ríe de la suerte
amasa, sueña, oye el canto de los pájaros.
El pueblo se repite feliz en cada cuadra
y sus campos henchidos de grano se descuelgan
por los ojos curiosos de un anciano
que me ha visto volver
sin sorprenderse.
JENIFFER MOORE
El acto creativo incluye una primera instancia en la cual el creador aborda intelectual y sensorialmente el mundo circundante en su cotidiano vivir y a través de su particular visión, recoge la experiencia y la retorna en obra poética, guiado por su intuición y dominio del oficio. Se aboca a la ardua y maravillosa tarea de crear y luego deja reposar su obra por algún tiempo.
En una segunda instancia se reencuentra con su creación , reúne todos los elementos, los expande, se nutre y busca semejanzas, antítesis, diferentes modos de decir poéticamente, separa la paja del trigo, la vulgaridad, lo común y la cursilería. Piensa en el receptor por primera vez. Entra y sale de la obra, lucha con ella y llegan a un acuerdo razonable. Sin olvidar sacudir los fanatismos religiosos y políticos que todo tienen que ver con el arte y sin embargo, pueden reducirlo a una mirada recortada y parcial que lo divorcia de su esencia. Por lo tanto, discierne e incluye la cosmovisión del amor universal, aunque haya creado alguna otra forma de lágrima y sangre aún no conocida. Y ésto, lo hace por respeto a su propia humanidad sin la cual su creación traicionaría a la vida misma.
Nadie que no disponga de una saludable autocrítica sale airoso de esta instancia. Los que tienden a enamorarse de sus creaciones y desestiman el uso del hacha para la necesaria poda de ramas extrañas, no llegan a ver el nacimiento del arte de entre sus dedos.
En el tercer momento, luego de un considerable tiempo de reposo, se vuelve a la obra y se la reconoce desde afuera, como lector/ observador ajeno y frente al arte. Simplemente sentir y disfrutar en plenitud unido a la propia creación que ya es distinta de uno mismo.
Sólo después estaremos preparados, en condiciones de editarla y compartirla, entregándola al amor y al desprecio de otros.
JENIFFER MOORE
Ojo vigía que nada en las aguas
de claridad temprana, gaviota al sol,
mangles con pies salados, alma de piedra
sombras y letanías a un viejo amor.
Ven, cielo cubriendo tus manos blancas
esta porción de gracia que el mar nos da,
oye, gaviota libre cuando amanece
tenue rumor de espuma, alga y coral.
Pelícano que me miras, vuelve tu ojo
a esa barca labrando surco al pasar,
yo simplemente añoro tus alas anchas,
es detrás de la barca que está tu paz.
Sube marea, sube, mójame el verbo
grato olor a olas mansas me va a sanar
esta herida que vive en mi garganta
esa profusa llaga por tanto amar.
Soy parte indivisa de sal y arenas
roca lisa y callada, isla que va
uno mi canto breve al vuelo del ángel
y llego para abrazarte una vez más.
JENIFFER MOORE
Miami es una certeza dorada, entre delfines,
lagartos al sol y confiadas palomas.
Limpia, como el ojo cristalino de la mañana.
Es una bella canción ejecutada
por la orquesta magistral de muchas etnias,
la cosecha amarilla de un planeta de girasoles.
Miami sube y baja pedestales
construídos con alas, en el aire
y sangre que llora, envejecida.
Artífice de sus propios desvelos robados al pantano
tiene ojos en todas las ventanas
y manos multiplicadas entre lágrimas.
Suda nostalgia y sueños por los mismos poros
y el águila que la guarda es más que generoso.
Ella ama la causa por la que sus hijos luchan
y no olvida el arco migrante en sus espaldas.
Miami ensancha el muro potente de su pecho
cada vez que Natura sopla en su garganta
la furia de cien trópicos girando.
Luego vuelven, los sueños esparcidos
a madurar, reunidos en concierto
bajo la grata sombra de los flamboyanes,
aguardando el día que todos esperamos.
JENIFFER MOORE
Aunque haya perdido y ya no encuentre
la llave de la risa
el caminar pausado de una garza al sol de mediodía,
y los granos sean escasos
en el campo y en la criba.
Aunque el viento se haya ahogado lentamente
en su carrera feroz y vuelva solo
sin un pájaro montado en sus espaldas.
Aunque llueva cien veces hielo y fuego
en el mismo lugar donde camino
y no me entere
si la flor sobrevivió desnuda,
si la corteza fue el abrigo suficiente
y si la noche estrelló de pronto
su faz inexplicable.
Sé que la voz de la Palabra vive
y sigue así, incondicional y bella
mostrándose en la gastada piel de un lápiz terco,
en los ojos húmedos de estío y miel,
lamiendo heridas de todas las edades
de todas las lenguas,
ignorando como siempre, el oro, las barbas y las botas
muriendo en cada pueblo desangrado
y renaciendo en ojos que perdonan,
con la única ambición desmesurada
de inundarnos de luz
hasta que veamos, al fin, en su belleza.
JENIFFER MOORE
atado a estos campos infinitos
su tronco oscuro de áspera estatura
no pregunta porqué está tan quieto.
Una hilera de esbeltos comensales
se asienta en cada rama y las adorna.
Hojas, trino, luminosidad del día
se cuela el viento suavemente y huye.
Hay una ceremonia inagotable en sus alturas
en los nidos ocultos, en las aves que llegan.
El mundo calla y se sostiene unido
a un terrón perdido de estas pampas,
puro canto y verdor, brisa y estío
necesidad de ser otra vez, una semilla.
JENIFFER MOORE
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Al fresco verdor bajando por tus hojas
coloso de la sombra, te avecinas.
Vienes como muralla que desafía el viento
tronco de cuyo amor vive la musa.
Nadie se ha dado cuenta que el aire con sus aves
y la luna, se alejan cada noche.
Por tus venas de alquitrán, tus brazos de ceniza
el papel de tu cuerpo multiplica
aserraderos que fabrican nuestras mesas
y nuestros ataúdes.
Dicen que eres la única esperanza que nos queda
en este jardín inmenso que llora su hermosura.
Será quizás, que tu anillo de días y de frutos
nos cobijará mañana, cuando la niebla cese?
Aún nos abrazarás bajo la tierra, en fidelidad
que no obtiene recompensa.
JENIFFER MOORE