Silbo apacible de letras y dulzura
al compás del abrazo sin tardanza,
no espera el amor, no apura el paso
camina entre el oleaje.
Y es de tal insistencia que pretende
la luz incomparable de una estrella.
Vino una vez, y otra, y ya no puedo
regresar de su pequeña isla
a mis naufragios,
a las aves que volaron mis fronteras,
esa perenne libación de piel e idea
el mágico vaivén y medianoche
bajo oceánica luna que no entiende
la desnudez del alma
sin remedio.
JENIFFER MOORE
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