La ciudad nos habla. Pululan sus fantasmas,
golpean las ventanas sus angustias de roble,
las paredes ventilan sudores y decires
y sus calles enfermas necesitan volar.
La ciudad no se calla cuando le duele el alma
ni es hipócrita dama que pasa y sonríe.
Yo la he visto desnuda, quieta, absorta y rezando
Y la he visto danzando antes de que salga el sol.
La ciudad nos respira su dolor sobre el hombro
y su lágrima escueta nos implora perdón .
Cuál es su verdadera seducción siniestra
que nos sigue hacia el final del día?
La ciudad nos habla desde viejas paredes
vestidas por las sombras, pero nadie la oye.
Nos cobija y nos hiere con la misma sonrisa
y cumple con nosotros, cuando cae la lluvia,
su pasión ineludible de seguir guardando
la senda prodigiosa de los vivos.
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