Friday, July 08, 2011

Ancile: POESÍA INVITADA: FRANCISCO BASALLOTE

Ancile: POESÍA INVITADA: FRANCISCO BASALLOTE: "POESÍA INVITADA: FRANCISCO BASALLOTE En esta segunda entrada de nuestra sección, Poetas invitados, tengo el placer de traer para la ..."

Wednesday, July 06, 2011

Pro-vocativos sin reservas

  
Fotografía tomada por Jeniffer  Moore bajo la sombra del flamboyán, en los Cayos de la Florida.


I

No sé quién eres
 pero te percibo estrella,
constelación en danza
la extraña expresión de la utopía.

¿Qué faro te alumbró la noche,
qué olas enervadas  te encallaron
entre mi orilla de fantasmas
y aquel oscuro puerto
donde tus naves se deshacen?

No sé quién eres
pero  te percibo estrella
en la honda conciencia del que sabe
que hay ofrenda especial para el cautivo:
una canción purísima  y maldita
 que vuela en el ave, sin respuestas
y da contra tu pecho.


II

Provócame
desde aquel horizonte empozado en tus ojos
desde tu mano que lapida nombres
 y destituye abecedarios.
Arrástrame 
como un papel sangrando, hecho pedazos
 por la ira de Ares, quien te cobija el verbo.
Tritúrame,
devastador  en el seno de tus corrientes
que no hallan descanso,
en esa soledad que abruma
cuando se asoma.

Porque si no lo haces
probablemente
un desierto poblado de peces y palmeras
te sorprenda en la boca
y suban por tus brazos serpientes de laureles
con  hambre de palomas
dormidas en tu lengua.

Puede que entonces, no haya
otra opción que arrodillarse
y lamentar la hora
en que nos conocimos.


III

Pesan  en tu hombro las palabras
tantas voces al unísono
vertiendo, cántaro partido, sus aguas turbias.

Te han dictado sentencia
los antiguos nombres escritos en los libros.
Geografías nuevas para tus viejos males
para tus ojos buscadores de tesoros centrípetos
para tus manos camaleónicas
que pretenden los hilos y el huso de Dios.

Te has parido símbolo.
Escupieron en tu boca todas las piedras
que golpearon la espalda de Erato.
Y rodaste, rodaste
hasta llegar al borde de una boca oscura
que promete la luz, que no conoce.

Pesan en tu hombro las palabras
ese bolso vacío de alimento,
lo que arrojaste a la basura
pensando que había expirado
porque ellos lo decretan
los otros, esos a los que nombras
y tiemblas, ciego de numen
cuando tus brazos se extienden al vacío.

Cuándo entenderás
que no hay otro, ni otros,
ninguno
que sólo eres tú
y ese lápiz moribundo
con vocación de Fénix.
  

IV

De nuevo danzas, simiesco 
al compás de clarines,  enemigos del tímpano.
¡Oh, Musas manoseadas, de virgo roto
por lápices impíos!
Mercenarios vestidos de gala
reclaman las primeras filas.
Llegan con un cuaderno bajo el brazo.

Ella  está llorando detrás de los cristales.

Hace tiempo, tanto tiempo
que no amanece. No deja de llover
todo es tormenta y  bártulos volando.
Qué profunda oscuridad nos ha caído
 velo de hierro, cortinas de luto
y  esta pálida ausencia del Ser
 incapaz de Palabra.

¡Oh, pobre Numen,  apaleada Euritmia!
Todo el cortejo de la antigua Grecia
yace arrodillado.


V

Tú, sentado a las puertas del verso
olvidaste el canto del árbol,
los acordes  que brincan
en teclados de picos y plumas.

Tú.  que abriste y sellaste caminos
y  resuelves  en jaque
las cruzadas de  reyes intrusos,
del ladrón que no tiene
otro rostro detrás de la máscara.

Tú, curtido de lunas que alumbran
sin paga ni horario,
has perdido la aguja
y no ves, no buscaste
en el ancho pajar de tu lengua.

VI

Sin embargo, tu boca aún no dice
las mejores palabras
y has salido a buscar por el mundo
lo que vive en tu pecho.

La desprecias.
Y aún así, como madre de un pródigo
ella otea a lo lejos.

Es ese afán de arcilla
que en el fondo de un balde sin aguas
aguarda que otros dibujen
el asombro en sus ojos.
Y le ordenen que vaya y  busque
lo que ellos jamás encontraron.


VII

Ven. Entremos a juicio.
Tú y yo, con el sol de testigo
y el sinsonte que canta en la rama.

Ven. Hay descanso de tanta miseria.
No miremos al Norte
Ni dejemos que el Sur nos engañe.

Hay un mar sin orillas,
de mareas y espumas eternas
hay silencio anterior a las voces
un silencio  eludiéndonos
sublime y necesario.
  
Ven. Estamos desnudos.
En las manos  llevamos la marca
de un árbol perenne
que florece una vez,  en la vida.
  

VIII

Hoy no quieres oír. Es el ruido
de la ciudad en llamas.
Se están quemando libros
y el mundo ríe.

Pero aún,  no es el fin.
Lo que buscamos
no ha sido escrito, todavía.


Jeniffer Moore

Sunday, July 03, 2011

Ancile: HOMENAJE A CLAUDIO SÁNCHEZ MUROS, O EL SENTIDO Y L...

Ancile: HOMENAJE A CLAUDIO SÁNCHEZ MUROS, O EL SENTIDO Y L...: "Diseño de Claudio Sánchez Muros para poesía 70 Tras la desaparición de Claudio Sánchez Muros, va a hacer un año en estas fechas, expone..."

Saturday, July 02, 2011

Ancile: POETAS INVITADOS: JENIFFER MOORE

Ancile: POETAS INVITADOS: JENIFFER MOORE: "Inauguramos una nueva sección en el blog Ancile , cuya designación para su mejor y explícito reconocimiento llevará el nombre de: Poetas ..."

Friday, July 01, 2011

De visita por el blog del poeta Francisco Acuyo Donaire. Gracias, Francisco.

http://www.franciscoacuyo.com/

Himno Blanco




¡Salve!... hombre de setenta y más
porque de todos, eres quien refunda
tribus perennes en mis venas.
El que ha descubierto
los antiguos albores de la luna.
Arco iris en mano, me vences
en un jaque de tres movimientos.


¡Salve!... hombre de sesenta y más
porque de todos eres quien se deja
montar sin bridas.
El que no pide ayuda cuando se ahoga
en torbellinos de mis labios.

Quien echa su armadura al fuego,
deja que el Arca se vaya con sus bestias
y me desnuda el alma mucho antes
de quitarme el anillo.



¡Salve!... hombre de cincuenta y más
porque llevas en el pecho el estandarte
y me haces noche sin brújula.
Habitas el gemido, resistes el desierto
para poder oír las cascadas en mi piel.
Y no me niegas
tus jardines ocultos.

El hombre de cincuenta vive
con un ejército de estrellas en las manos.


¡Salve!...hombre de cuarenta y más,
un centenar de potros te nubla la mirada.
Con las Pléyades bailas en noches serenas
y te anudas la luz a la cintura.
He reposado mi cabeza en tu pecho
navegado tu sangre.
Adrede, me he perdido en el brillo de tus ojos
para palpar ciega, las vivas paredes.


¡Salve!... hombre de los treinta y más
y tu andar de ciervo oteando a la distancia;
la seda que envuelve en fortaleza
tu delirio sin diques.
Una mirada basta, un solo beso.
Tú sabes que no te olvidarán.

Especialmente en los treinta y nueve
el hombre es rey
aunque no luzca corona.



¡Salve!... hombre de los veinte y más,
la expedición de tus manos y tu boca.

Sonríes avernal
derrochando en mi cuerpo
una y otra vez, tu pretensión de tirano.

El desprecio de todos los dioses
y mis pechos alados de ninfa
por tus veintitrés sonrisas de ángel caído.

Jeniffer Moore