Fanny Garbini Téllez (1933-2012)
Nacida un 19 de
Mayo en Quilmes, Provincia de Buenos Aires, madre de dos hijos, María Isabel y
Pablo Ariel, Profesora de Lengua Castellana, ejerció como docente en Buenos
Aires y Bahía Blanca. Con un vasto dominio del idioma Inglés, fue una lectora constante de
las obras clásicas de la lengua anglosajona y de las hispanas, que enseñaba en
las aulas con gran dedicación.
De su obra
poética, que inició siendo niña y cuyos manuscritos se perdieron, dice:”Escribo desde muy pequeña, a
mi madre, a los ocasos, al mar, a la luna, a la noche, al amor, al dolor, a la
soledad, a la muerte. Sobre todo al amor.
Más tarde, llevé al papel los infortunios de mi matrimonio... todo ese material
fue destruido.”
Fanny Garbini
Téllez ha publicado gran parte de su obra poética en formato digital en
diversos círculos literarios y redes sociales. Fue distinguida en dos
oportunidades por el Centro Cultural de Poetas Latinos, dirigido por el poeta
Dr. Rafael Mérida Cruz Lazcano, desde California (USA).
Publicó dos
poemarios en papel, Luna de Noviembre,
con prólogo de la poeta Jeniffer Moore, en la Editorial El Taller del
Poeta, Pontevedra (España) 2002. Y el poemario Racimos Azules, un libro que destila belleza y pone de manifiesto el talento y el oficio con que la poeta aborda el quehacer literario. Fue publicado por El Taller del Poeta, del escritor y editor
Fernando Luis Pérez Pozza, en Pontevedra (España) 2003. Fue miembro del
Salón Literario “Mario Laquinandi” en Bahía Blanca y del Taller Literario de la
escritora Cristina Villanueva, en Buenos Aires.or espacio de
algunos años incursionó en la radiofonía, primero como co-conductora y luego
como productora y conductora de programas para la difusión de la cultura, en
emisoras FM locales.
Formó parte del
Equipo de redacción de la Revista Literaria Poetas 2000, dirigida por el poeta
cubano Nélson Jiménez Vivero, desde Miami, Florida USA y tuvo a su cargo la
Sección Lengua y Habla.
En los últimos
años de su vida se estableció en su residencia de Palermo Viejo, en la capital
del país, donde continuó participando en actividades literarias hasta la última
hora.
Fanny Garbini Téllez deja una huella imborrable en su paso por la vida, dueña de un espíritu afable, de una sólida formación académica, con profunda convicción en los valores humanos. Comprometida con la tarea educativa más excelente, dedicó su vida a la enseñanza de la Lengua y la Literatura hispana, y como poeta de notable sensibilidad y gran conocimiento del oficio, su legado y ejemplo la convierten en una estela de luz que sin duda alguna, alumbrará a las generaciones venideras.
Fanny Garbini Téllez deja una huella imborrable en su paso por la vida, dueña de un espíritu afable, de una sólida formación académica, con profunda convicción en los valores humanos. Comprometida con la tarea educativa más excelente, dedicó su vida a la enseñanza de la Lengua y la Literatura hispana, y como poeta de notable sensibilidad y gran conocimiento del oficio, su legado y ejemplo la convierten en una estela de luz que sin duda alguna, alumbrará a las generaciones venideras.
Vuelves a mí como la luna
Vuelves a mí, como la luna de Noviembre
diamante en el color de naranja inmadura,
inmerso en un azul de noche sin distancia.
Vuelves aleteando cenizas sepultadas
en la profundidad de los volcanes,
sofocado entre rabias y pesares.
Regresas numeroso en la bruma
con el aliento triste del herido,
del que se sabe preso de otro aliento
imprudente, sin reclamos.
Yo me sé pasajera de tu barco sin rumbo
y tú, el huracán sin calma de mi noche.
Te hallaré en la luna, lima limón creciendo,
recógeme en la orilla donde muere la noche,
como la espuma nívea, me esconderé en tus manos.
Vuelves a mí, como la luna de Noviembre
diamante en el color de naranja inmadura,
inmerso en un azul de noche sin distancia.
Vuelves aleteando cenizas sepultadas
en la profundidad de los volcanes,
sofocado entre rabias y pesares.
Regresas numeroso en la bruma
con el aliento triste del herido,
del que se sabe preso de otro aliento
imprudente, sin reclamos.
Yo me sé pasajera de tu barco sin rumbo
y tú, el huracán sin calma de mi noche.
Te hallaré en la luna, lima limón creciendo,
recógeme en la orilla donde muere la noche,
como la espuma nívea, me esconderé en tus manos.
………………………
Tocar el viento
Quiero tocar el viento
que desliza la niebla.
Quiero tocar el viento
desde el vértice erguido
donde posan las águilas.
Y pespuntear las nubes
con la pálida hebra
de los sueños truncos.
Quiero tocar el viento
que apura golondrinas
sobre aires azulados,
estirarme hacia la luz
detrás del llanto.
Doblada en dos,
quiero tocar el viento.
Debe tener la misma
suavidad de la muerte.
……………….
Lloré bajo la lluvia
Lloré bajo la lluvia
Confundíanse mis lágrimas y el agua.
Sólo el cielo sabía que lloraba.
Lloré desangelada y mustia
mi amor, tu desamor, lloré la vida.
Sacudía mi cuerpo la congoja,
aquel dolor, el vértigo, las ansias
esa infértil espera de esperarte,
de volver a tus brazos
-tenazas de ternura-
en un viernes azul, pretérito,
perdido
sin aplazos ni avisos.
Sólo el cielo sabía que lloraba.
..........................................
Pretérito perfecto
Llenabas la grieta taciturna
de los días sin horas,
el hueco de la rama
donde asentara un nido,
los desniveles y túneles
olvidados en la arena
por las diurnas espumas.
El vacío implacable
del domingo, llenabas
para mi soledad.
El litoral de la noche
con el ardor crocante
de tu pan en mis manos.
Llenabas los veranos del aire
con un diluvio de azules.
En la magnificencia
del placer. Conjugados
partidos, brillantes.
Un pretérito perfecto
que se durmió en mis ojos.
……………………
De luna y vino
Nos arrancamos la
luna de las manos
con infinita sed,
el cuerpo encendido
y el alma en espera.
Sin piedad por el
reclamo mutuo,
en un atardecer
umbrío
fragmentamos en
esquirlas de hielo
el gemidos solitario.
Nos negamos juntos,
llameantes y
armoniosos.
¡Reflexionamos
tanto!
Reniego de mi
cobardía. Y de la tuya.
Nuestro perfil, sepultamos
desnudo en el
espejo,
oculto tras su luna
charolada.
Y sin tocarnos. Sin
sentirnos.
Quería ser habitada por
tu luna
en la gruta de
frescos manantiales.
Esperé (como tú) el
vino de las dulces vides.
No hubo lunas ni
vinos. Sólo miedo
y esa lluvia
incesante en el tejado.
Un reloj da las tres.
Mueve el viento
las ramas del aromo.
Lloro mecida por
susurros de agua.
………………..
De sombras
y humedad
Atrasaré el reloj,
haré una marca en la mitad de la escalera,
dispondré siete rosas en la cama
desandaré el camino de la lluvia.
Porque he cruzado el puente
al que todos temían
en mi oxidado tren de cambalache,
decapitando sueños con décimas de lata,
desubicando manos y pies
y huesos en crepúsculo.
Por ojos llevo dos monedas de luna,
por brazos, cortezas deslucidas
extenuada la sangre, intoxicada el alma
de esa sustancia oscura llamada soledad.
Por eso, este domingo de otoño anticipado
destrabaré la vieja ventanuca
del altillo guardador de esperas,
y plegaré las cortinas de los ojos
ante ese húmedo fulgor del alba.
Me asomaré por ella, al mundo que no mira
atardeceres sin gloria,
a la quimera de la dulce palabra
al soplo fugaz del ángel de la vida.
Ya sin
relojes y con siete rosas
viajo en retorno a la simiente
de sombras y humedad.
Prosa
Puedo sentir
que el desvelo obligado de la Noche Vieja cargado de ausencia se instala en
este Buenos Aires húmedo y caliente, donde he recalado hacen setenta y dos
horas, huyendo de las esperas angustiosas y solitarias del Nuevo Año. En otra
casa, con otra gente, supuse que mi estado de ánimo cambiaría.
Creí que, dando
vuelta la escena, se atenuaría en algo esta tristeza que me persigue donde
vaya. Quise alejarme del escenario donde por última vez, actuamos juntos. Quise
olvidarme un poco de ti y de mí, y del cuento interrumpido que narramos
esperando el aplauso final de esa inmensa platea mal llamada mundo.
Pasaron ya tres
días de este Buenos Aires agitado e indiferente, y todas las caras son iguales; atento cada uno a mirarse a sí mismo, y no
hacia adentro, precisamente. Buenos Aires de días caldeados en temperatura y
ansiedad sin alivio, ausente de respuestas. Poblada por ojos descoloridos y
pupilas fijas, como profundos y oscuros conos invertidos que apuntan a la nada.
Treinta y uno
de diciembre. Noche Vieja. Salgo al balcón de un octavo piso en Austria y
Juncal, en pleno Barrio Norte. Las calles han quedado desnudas de colores y
huecas de sonidos. En otros balcones, los de enfrente, los de al lado, tenues
cendales blancos semiocultan la intimidad de las cenas tardías y apuradas para
llegar a tiempo. ¿A qué tiempo? ¿A tiempo de qué? (Sólo concibo el apuro cuando
el amor da sus golpes en la puerta).
Ya son casi las
doce. Los fluidos de esta noche me envuelven en su mágica fragancia y evocan la
última función en vivo que ofrecimos. Actúa en mis sentidos como indeseado
hipnótico. Quisiera dormir y es imposible. Vuelven a mí las sensaciones aún
latentes de un comedor en todos sus brillos de cristales, ornado con cintas y
globos navideños.
En él, un
pequeñito mundo; media docena de almas esperando copa en mano, la inminente
aparición del Año Nuevo. Desde las cabeceras opuestas de las mesas, bordeándolas
sin prisa, nos fuimos acercando. Nuestro brindis fue dulce y el abrazo.
De pronto, bajo
tus ojos verdes y tu pelo blanco, un frío de serpientes pegajosas me recorrió
la espalda. ¡Así se me anunció tu
muerte!
Pegué mi cuerpo
al tuyo. Estaba helada y lo atribuiste a la emoción de la fiesta. Y las risas
seguían y temblorosa me plegué al
festejo.
Supe que era el
último telón que bajaríamos. La noche vieja había muerto. Pasaron solamente
dieciséis días de Enero y te fuiste muy
temprano. Aún el telón sigue cubriendo una tarima vacía de nosotros y ha pasado
un año sin colores.
Vuelvo mi
soledad y la mirada a este balcón y a las sirenas, la música que sube hasta
rozar los destellos de las farolas, tocando el burbujeante colorido de los fuegos
artificiales en medio de la noche. ¡Cuántos matices insospechados se recortan
en la fantasmagoría sideral de los recuerdos!
Fanny Garbini
Téllez
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