No te vayas jamás,
que el tiempo no adivine en tu figura
lo transitorio y te pronuncie eterna,
eternamente hermosa el Alma niña,
esa carne de pétalos oliendo
tan dulces levedades.
Siempre tú como el vino siendo copa a la
vez,
ortografía para el labio a tientas,
para mi sed de uvas que se escriben
con la terca abundancia del Amor.
No transcurras al día de mañana,
yo cargaré por ambos los relojes.
Una vida tras otra seré el mismo
ermitaño en tu puerta.
Pastor Aguiar
Mayo 21-2012
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