IV
¿Quién no tiene en su aljaba
cuervos dormidos,
inexplicables
como un beso lejano?
Yo ando, a veces,
con resplandor de lunas
en mi ceguera,
por heroísmo de vivir en vida
inmune a las tormentas.
Tu hambre es alimento
sobre mi torpe mano
y apenas digo
eso, que tantos saben
calladamente.
V
Dame tu soledad, aquí en mi pecho
de soledad henchido.
Y apura el paso
cruzando oscuridades,
que acariciar el lomo de la noche
es mendigar
a la mano de los tristes.
Jeniffer Moore
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