I
De la
herida vengo, de cada gota
derramada
en la tierra de los fuertes.
Desde la
hierba crezco
hasta
ser abedul, tántrico y sublime.
Sólo mi
piel, como un vestido estival
para tus
manos
te oye atenta y
se deshace voluptuosa
cuando
amaneces verso.
II
Se
quebraron los cielos
y la
sombra que traigo cautiva
se
estrelló sin sus alas, en tierra.
¿Dónde estabas, sinsonte que cantas
desde
los campanarios?
¿Dónde,
raíz desmelenada al viento?
Es tu
lengua un oasis que fluye,
bastión con hogueras de gozo
y
vocación de Orfeo.
III
Es que entre tú y yo,
se
acabaron las puertas
las
paredes levitan,
nuestros
pies han huido del piso.
Ante ti,
y abrazada a tus plantas
la noche
se suelta el cabello
se
esconden los búhos
una
densa neblina nos cubre
de los
ojos del tigre
y consumo
tu Verbo, sin prisa.
IV
Me
desnudo.
Eres
santo y demonio que en ciernes
otea mi
rastro.
Te
desnudo.
Soy la
hembra del sol y el estío
me cubre
los párpados.
Hoy
declaro ser aguas, espumas
lamiendo
tus piedras,
caricia bajando sin diques.
V
No hay
palabra que falte a su cita. Ni silencio
que devele
tu aroma en el aire.
Me
sellaste en tu piel con potencia
de un
verso de fragua,
animales
de dura contienda
rodando
en la nieve del mundo,
el de
arriba somete,
el de
abajo suplica
y la
luna que vira su rostro
y se
muerde los labios.
VI
¡Quién
pudiera atrapar tu sonrisa!
En un
tálamo blanco te sueño.
Mi
cintura que tiembla
se ha
hecho parca deseando tu boca.
Soy apenas delgado horizonte
en su
larga penumbra,
un
puñado de abiertas vocales
que
siente tu trazo.
¿Dónde estabas,
mi rayo de luna
la noche
fatal de los vientos
cuando gemía por ti, la campana?
VII
Soy un
rascacielos hoy
Y ayer,
era esa aldea polvorienta
en la
mente afiebrada del beduino.
Un
pájaro temiéndole al cielo,
un viejo
mercader preocupado por su bolsa.
Hoy me
habita tu nombre estatutario
tus
besos dictadores,
el
camino brioso de cien dedos
por ese surco que abre tu mirada.
Siémbrame
como tierra que suspira
al embate de gracia, árame
muele
entre tus dedos
este
terrón de soledad, partido.
Hazme
desde el grano que se quiebra
desnudo y suplicante,
raíz que
se aglutina en tus columnas
y me descubre al alba.
Tálame
desde la espesa fronda de tus noches
floréceme a la hora de la siesta
y cosecha de mí, bajo la sombra
todo el
grano que entre en tus lagares.
Pues, harina seré sin artilugios
masa que
leuda genuina y multiplica
para que
huelas la vida cuando pasa,
y no mueras jamás.
VIII
Con
hojas de abedul entre mi pelo
preñada en luz, para ti vivo.
Y el
día, que amaneció de pronto
boquiabierto
enciende sus candiles.
Verso
que de valiente intenta
erguirse
entre dos ejércitos
y
ofrecer su pecho de paloma.
Es un
hijo que nace entre los dedos
cuya
paternidad reclaman los mares
cada vez
que rompen sus espumas.
1 comment:
Me encantó Jennifer. Una excelente idea las de tus poemarios. Felicitaciones, amiga.
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