POEMARIO DE AGOSTO
Al
poeta José Antonio Muñoz Rojas
I
Amanece
en la ribera y chillan las gaviotas
¡Cuánta
prisa, cuánto temblor!
Las
nubes bajas tocan algodonosas, las espumas.
Una
mancha ordenada de sardinas
dibuja
sobre el agua su presencia.
Amanece
y la península
es una
flor que repite tu nombre;
un
renacimiento de catedrales
hacen
sonar con gozo las campanas.
Miguel Ángel
se asoma
desde el
Aleph que llevo entre mis ojos
y pinta
para mí, un día nuevo
rojo
como Granada, la bella
azul
como Florida iluminada
verde
como la pampa húmeda
que me
arrancó del vientre,
gris
como el dolor
que
producen las cosechas.
Amanece en
las aguas de Agosto
y es manantial
guardado
en mi garganta.
(No puedo
callar el amor,
no debo).
II
Despunta
el alba
al
lujurioso fulgor de tus pupilas.
Entre
las piedras, el silencio de los pelícanos
esperando
la hora.
Se
apresuran ardientes los cordones de espumas
y
atrapan nuestros pies con su húmedo beso.
De
pronto, a voz en cuello,
desde
las olas sube
un Lorca
que regresa de la muerte.
Y vamos
ciegos, tras él
por
estas aguas de sangres y de esperas
con un
disparo de amor en nuestro pecho.
III
Hay
tanta claridad
tanto
dolor de caracolas
que en
el mar se apaga.
Te
besaré en la boca de la Alhambra,
sobre la
costilla del último árabe
que huyó
hacia los desiertos.
Montada
en el Mencal
con cien
Quijotes en mi lengua
voy a
danzar el ritual amargo de las soledades
para
arrojar sus cenizas al viento
y
confesar la redención
que
viene con tu nombre.
IV
Mi
silencio es asombro
deslave apasionado,
la
sensación del agua en el desierto.
Déjame
amarte en el silencio breve
con
lágrima de incienso,
en el
altar inexplicable
por
donde tu palabra sube.
V
Un mar
de olivos de tus ojos nace
y se
pierde polvoriento en el sendero.
Un mar
de olivos en verdor sublime
cenicientos
brazos que me alcanzan.
Bajo su
sombra numerosa
esperan
nuevo día, las palabras.
Y el
celaje aurífero de un verso
colma el
plato agreste de la vida.
Un mar
de olivos es tu letra honda
y corre
por el cauce de mis venas.
No sé
hacia dónde, ni por qué me sigue
pero
demoro el paso y dejo que me abrace.
VI
Y sigue
amaneciendo en los ojos de Dios,
crisol
inagotable a pesar de la sombra.
Sin
embargo, la vida nos azota
en vana
cicatriz, jamás estéril.
desde la
boca a los pies, sin preguntarnos,
con el
valor cercano a la muerte
manos
abiertas por la risa
y el
pecho poblado de gaviotas.
Sin mar
en la garganta
mediterráneos,
hierba feraz
somos retoños
que en el aire exhalan
su trágico
deseo de ser árbol.
Jeniffer
Moore
4 comments:
He navegado por tu blog y me pareció excelente. He descubierto, modestamente, que tus musas caminan por el mismo sendero en el que pululan las mías.
Esta poesía tuya - sin excluir ninguna de las otras que leí en este sitio - es preciosa, Jeniffer.
Un abrazo grande.
Jorge.
Saludos cordiales poeta. Excelente poema donde la acción del tiempo se relaciona con la historia del amor. Es la fuerza que ata al mundo hacia una armonía extensa que como espejo del alma descubrimos quienes somos y nos une en un soplo vivificante y unificante que anima a todas las cosas y a todos los seres.
Felicitaciones Jennifer, tus producción poética tienen resonancias en la literatura actual.
Víctor Manuel Guzmán
Quito - Ecuador
como dije en el facebook: bello y...como dice en tus versos "Hay tanta claridad"...
piq piq
Muchas gracias amigos por el placer de verlos y compartir con Uds. el arte de la palabra.
Un fuerte abrazo.
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