rosa de los destierros,
hace su aparición el día.
No conviene saludar su paso
no sea que nos mire, ojos de sol
y nos perfore el sueño,
o lo que es peor, nos deje
creer ingenuamente en su memoria.
Apenas tuvo hambre, llegó en fiebre,
se hizo de su nombre y de su suerte.
Tuvo razón, cuando afirmó que un día
sería necesario
correr y levantar la tapa
de esta olla que hierve.
Dejar salir, caer, llenar las calles
arrastrar esa herida por las plazas,
arremeter en contra de tus males.
Cómo no entenderte, pueblo mío,
que sufres así, que no te dejan
plantar verdad como árbol, bajo el cielo
y cosechar su fruto, en nuevos días.
JENIFFER MOORE
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