Thursday, June 16, 2011
Bre-vehementes ***** Parte II
I
Si tú supieras
los ciclones que nacen
de estas manos furtivas
y sus vientos montados
en la flor del deseo.
Si tú supieras
cómo muere el sinsonte
de placer en mis ramas,
cuando cae la tarde en un éxtasis puro
y se quiebra de gozo, la luna.
(No te quedes parado en la puerta:
huye ahora y te salvas).
Soy tu noche más honda
otro oscuro designio.
No me dejes cazarte tan fácil,
no permitas que me harte de ti.
II
Se deshacen de ansias
tus ojos entornados.
Ya no es agridulce
el sabor de la noche.
Con los puños sangrando
en andenes vacíos,
no desciendo del tren que tú esperas.
Hoy tampoco será como quiere
tu piel encendida.
III
Son tus ojos manchados de luna
el influjo siniestro de Circe,
las aves del Hades.
Algo cierto quemando las sienes,
Una nueva palabra.
.
Necesito pescar en tu boca
cien peces de fuego.
Atrapar tu deseo en mis manos
sin hundirme en la red.
(Esos ojos, mi amor, esos ojos…)
IV
Me he quitado hasta el nombre
y me tienes tendida
en altares de incienso y suspiros.
A filo de puñal invado
el extremo de un beso.
Y me arranco despacio los ojos
para no profanarte,
hombre mío, de lava y ceniza.
Ven y dame en el templo de Eros
una noche de amor en la lengua,
esa lengua que obliga el milagro.
V
Cada vez que te vas,
se me escurren del alma, los huesos.
¿Cómo puedes tener
el volcán de las horas, contigo?
La ciudad criminal me sofoca,
al oído me ríe un no vuelve.
¿Qué poción de tus tantas alquimias
has mezclado en mi sangre, esa noche
que llegaste y me amaste en la puerta
en la alfombra, el sofá, las terrazas
en los techos vecinos
sobre el mármol de los cementerios,
con las cruces de cada difunto
a mi espalda, tatuadas
con tu dedo de ángel y mago?.
VI
Si me piensas, yo tiemblo.
Me deshago en los brazos de Erato
y sin aire, suplico.
Una hoguera de extraños fulgores
se debate en mis pechos.
Y soy maleza
bajo fuego implacable de manos,
sin refugio de muros.
¿Quién vendrá y abrirá las ventanas
con razones en vilo
para alzarme descalza, en un verso?.
VII
Yo te sueño en mi boca
consonante y vocal, repartido
en cien lunas desnudas
sobre el agua, temblando.
Arrojaste tu cetro y corona
a los pies de mi cama.
Y abdicamos cien veces,
y cien más, nos hicimos esclavos
gladiador, damisela, piratas
soberanos, perdiendo sus reinos
en un grito feroz de victoria.
VIII
Con tan poco me tuerces el rumbo.
Esta noche no puedo
más que hacer en el aire, el dibujo
de algún verso extraviado.
¡Oh, tu espalda de playa
y el vaivén de tus mares!
En mis grietas se filtran
los oscuros delirios,
el rugir de los truenos,
la ira de un Zeus que desciende
y me lleva a su Olimpo, cautiva.
IX
Deja que te recite la aurora.
Amanezco de estrellas
con azules andinos huyendo
hacia el claro de tus manos.
Apoyar mi cabeza en tu seno
sobre aguas fecundas
conjuradas al salto
en natural deslave.
Y tu aurora me abrace
aunque Junio no quiera.
X
Voy por tus campos florecidos,
florecida también
como tus campos.
Espiga de trigal que sueña
si me provocas.
Voy en estío,
cual ave en fuga
con su nidal en vuelo.
El cerco de tu abrazo ciñe
el sol a mi cintura.
Busca mis labios rojos
con la furia de un verso
perdido en la montaña.
Jeniffer Moore
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